Hace unos días, a través de Instagram salió el tema de las emociones que provocaba haber sido madre de un hijo o hijos prematuros. Creo que puede ser interesante para otras madres saber que se siente o cómo se viven esos momentos tan especiales y duros a la vez.
Todo comenzó un 10 de julio de 2004, estando de vacaciones la Riviera Maya, y tras unos días de retraso decidimos hacer un test de embarazo, el cual salió positivo sin lugar a dudas. Pero tampoco decidimos montar una fiesta, quisimos ser prudentes, pero si empezar a cuidar un poco más la alimentación, así como cancelar el buceo con bombona en aquel impresionante lugar. Y tras nuestra vuelta a España, concerté una cita con mi ginecóloga para cuando ya estaría de unas 8 semanas. La sorpresa no sólo me la llevé yo, sino la misma ginecóloga, pues era su primer embarazo gemelar. Yo tenía antecedentes familiares, de hecho mi hermana también tuvo un embarazo gemelar.
Nos consideramos afortunados, pues seríamos padres de dos peques maravillosos. Cuando empiezas a informarte de este tipo de gestaciones descubres que hay posibilidades de que se adelante, ya que el útero humano en principio está diseñado para gestaciones únicas, aunque puede llegar a albergar muchos más fetos. Al informarte parece que vas tomando conciencia de que es una posibilidad lo que a su vez te permite ir preparándote para esa situación. Pero cuando estando de 32 semana ocurre, da igual que estés preparada, cuando das a luz, y ni siquiera puedes tocarlos ni verlos, que los ves alejarse en su incubadora, rodeados de médicos, enfermeras y demás personal sanitario, no puedes evitar llorar, porque aunque tu mente se ha estado preparando por si llegara a ocurrir, tu corazón no lo está. Y en realidad lo más duro está aún por llegar, cuando llegas a tu habitación, y escuchas los llantos de los bebés que disfrutan de sus mamás en las habitaciones contiguas, y tu sientes un vacío inmenso dentro de ti. Recuerdo perfectamente mis deseos de levantarme para poder acercarme a neonatos donde estaban en sus incubadoras, mi princesa y mi príncipe, pequeños, aprendiendo a vivir en soledad. Pero sin duda, cuando debes dejar el hospital y te vas sola, con tus brazos vacíos, para llegar a tu casa, donde estarán sus cunas vacías, con un silencio tan poco habitual en un hogar donde se espera a dos bebés, el corazón se vuelve a romper, una rotura que dura días, semanas y un mes, hasta que por fin puedes sentirte madre al 100%, con sus bebés en brazos, con sus llantos, con ese olor tan especial, con ese calor que reconforta el alma, y entonces descubres que ha sido duro, durísimo esa separación, pero ese instante, cuando llegas a casa, y no puedes dejar de mirarlos, cuando al final, ese dolor se calmar y vuelves a ser feliz.
Y con el paso de tiempo vuelves a ser madre, apenas un años y medio después, y al ser una gestación única no te planteas volver a pasar por eso mismo y cuando tras 34 semanas rompes aguas y das a luz, ves venir lo que va a ocurrir, y en este momento la sensación es aún peor que la anterior, porque ya has vivido cada uno de esos pasos, y más cuando pensabas que esta vez podrías sentirte madre desde el primer segundo, donde podrías volver a casa acompañada de esa pequeña princesa sonrosada, y ves que no, que la película se repite y sabes que esa angustia que ya has vivido vuelve a suceder.
Ser madre, a mí, me ha cambiado la vida, no se como he podido vivir tanto tiempo sin ellos, sin sus sonrisas, sin sus latidos, sin sus besos. Y por ello, tras haber pasado por todos esos duros momentos, creo que sólo con esa primera vez con ellos ya lo demás se acaba olvidando y quedando en un segundo plano, y disfrutar más aún si se puede de cada segundo a su lado.
Un abrazo
Fuente imagen: babymoon
Un abrazo
Fuente imagen: babymoon